Cáncer... ¿De qué estamos hablando?

El cáncer es una enfermedad que existe desde que hay vida en nuestro planeta. En las momias egipcias se han encontrado tumores e incluso en los huesos de fósiles de dinosaurios.
El cáncer es consecuencia de una proliferación incontrolada de células que crecen e invaden nuestro cuerpo. Puede desarrollarse en todos los animales y en todos los tejidos. Aunque hay tejidos como los del corazón donde es muy poco probable que se desarrolle un cáncer.

El cáncer comienza en una célula que por diversos motivos se transforma y deja de trabajar en armonía con las demás células. La célula es el elemento más simple de cualquier organismo. Nuestro cuerpo está formado por sesenta billones de células. Cada una está especializada en una función. Unas absorben nutrientes, otras nos defienden de los invasores, otras transportan oxígeno... Todas nuestras células trabajan al unísono y están coordinadas entre sí. Las células, al igual que las personas, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Cada célula transmite a sus descendientes su material genético para que sigan cumpliendo la misma función que sus «madres». Las células saben cuándo tienen que reproducirse y cuándo deben morir, están programadas para ello y lo hacen en el momento preciso, ni antes ni después.

Jovenes ciclistas

Célula cancerosa

Biología del cáncer

Qué es el cáncer? ¿Qué lo causa?

Nuestro organismo está en continuo cambio; periódicamente nuestros tejidos se renuevan y las células envejecidas dejan paso a nuevas células. Cuando se pierde este equilibrio en la renovación celular se produce una multiplicación descontrolada. Este descontrol se produce por un cambio o mutación en el material genético de una célula (ADN).

La mutación puede deberse a un carcinógeno externo, a una infección por un virus o bacteria o a un exceso de radicales libres. Con frecuencia nuestras células son atacadas y sufren mutaciones, pero están programadas para suicidarse (apoptosis) cuando se altera su ADN. La célula muere sin transmitir la mutación a su descendencia y aquí no ha pasado nada, borrón y cuenta nueva.

La apoptosis o muerte celular programada es, pues, un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo que obliga a la célula a suicidarse o autodestruirse cuando por algún motivo no puede cumplir su función de manera armónica.

Continuamente se generan células mutadas o defectuosas, pero nuestro cuerpo es sabio y está preparado para eliminarlas. Las fases del cáncer Fase de iniciación Hay veces que el ataque del carcinógeno es muy fuerte y la célula no se suicida. El ataque es tan salvaje que afecta al ADN y se desprograma el suicidio. En el ADN de la célula queda marcado este ataque en forma de «mutación». La célula mutada comienza a multiplicarse a velocidad de vértigo transmitiendo la mutación a todas sus hijas. Ésta es la iniciación del cáncer.

Para que la célula siga creciendo y mutando es necesario que encuentre un ambiente propicio, un ambiente procáncer que estimule su crecimiento como iremos viendo a lo largo del libro. Nuestro cuerpo es capaz de reconocer estas células defectuosas y eliminarlas. Tú puedes ayudar a tu cuerpo a eliminar células mutadas con una dieta anticáncer cargada de antioxidantes y eliminando tóxicos ambientales.

Fase de promoción

Es un periodo bastante largo que tiene lugar desde que la célula muta hasta que se convierte en un cáncer compuesto por miles de células malignas. Esta fase va a ser más o menos rápida dependiendo del ambiente en que se desarrolle la célula alterada. A más influjo de carcinógenos, alimentación procáncer, estrés... más rápido se convertirá una pequeña célula mutada en un cáncer.
Esta fase es reversible y actos sencillos como dejar de fumar o beber pueden evitar que se desarrolle el cáncer.

Fase de progresión

Las células malignas han ido imitando y se han hecho fuertes e inmortales. Se replican a velocidad vertiginosa. Aprenden a invadir los tejidos adyacentes y a través de la sangre o el sistema linfático son capaces de llegar a otros territorios alejados del tejido en el que se originaron.

A esta capacidad que tienen para extenderse fuera de su origen se le denomina metástasis. Estas células malignas consiguen extenderse y viajar por nuestro cuerpo gracias a la capacidad que tienen los tumores para crear nuevos vasos sanguíneos; a este proceso se le llama angiogénesis. Esta fase también puede ser reversible en ocasiones si ponemos todo nuestro empeño en ello. Aunque aquí la intervención debe ser rápida e intensa. Hay que hacer un cambio de dieta y estilo de vida radicales. Si te diagnostican el cáncer cuando éste ya está muy avanzado, será difícil que revierta sólo con intervenciones desde el cuidado de la relación cuerpo-mente y la alimentación, pero probablemente conseguiremos que mejore tu calidad de vida y aumente el tiempo de supervivencia.

Existen pocos casos de cáncer avanzado en los que éste revierte sin tratamiento convencional, pero existir existen. Son las llamadas por la medicina convencional «remisiones espontáneas». También hay que saber que es en estas fases cuando la quimioterapia se muestra menos efectiva. Por eso, considero que merece la pena intentar el cambio.

No quiero crearte falsas esperanzas, pero sí que juegues un papel activo en tu enfermedad para obtener los mejores resultados posibles.

Quiero contarte el caso de Nani, una mujer de 50 años, de Granada, que sufrió cáncer de ovario hace unos años. Cuando se lo diagnosticaron tenía metástasis y su estado era grave por la afectación del pulmón y la pleura que sufría. Intentaron administrarle tratamiento con quimioterapia, pero no lo toleró, así que la derivaron a paliativos para administrarle tratamiento para el dolor y ayudarla a morir.

Nani decidió intentar cambiar el rumbo de su vida con alimentación e intervenciones cuerpo-mente. Pasito a pasito, los síntomas desaparecieron y el cáncer con ellos. Hoy es una mujer feliz y activa que transmite una infinita paz y serenidad cuando hablas con ella.

Soy consciente de que existen pocos casos como ella, porque no toda la gente responde igual, ni sigue los tratamientos tal como se los prescriben, pero sólo pensar en su ejemplo debe darnos esperanzas.

Otro caso es el de Lupita. Ella desarrolló cáncer mamario. Me dijo desde el principio que ella no quería terminar sufriendo las atrocidades que sufrieron sus dos hermanas que también había fallecido de cáncer mamario, con metástatis a diversos órganos, y vivían internadas en hospitales donde apenas les prestaban atención y prácticamente las destazaron vivas. Le di esperanza y un tratamiento herbolario y un cambio radical de alimentación, hasta el día de hoy ella está sana y es la única sobreviviente de toda una familia que murió de cáncer.

El cáncer es un delincuente que se puede reinsertar en la sociedad

El cáncer no es un fenómeno instantáneo, no ocurre de un día para otro. Es un largo proceso durante el cual una célula normal se va transformando y convirtiendo en dañina para el órgano en el que crece y para los órganos vecinos. Esta célula dañada aprende a burlar a nuestro sistema inmune para que éste no sea capaz de eliminarla.

La célula adquiere el poder para invadir tejidos y crea metástasis que se extienden por todo el cuerpo y acaban con la vida de la persona. Si la célula normal y sana fuese un niño inocente y bondadoso, el cáncer sería un delincuente criminal en edad adulta. Que un niño bondadoso se convierta en un criminal depende del ambiente en el que se críe, del afecto recibido, de las amistades, de los acontecimientos vividos..., e igual les pasa a las células: dependiendo de su entorno se van a transformar o en criminales o en adultos que viven en armonía.

Una célula normal sufre un «ataque» o un «acontecimiento adverso» que hace que se transforme su material genético (ADN). A este cambio se le llama mutación. En el caso de nuestro niño ese acontecimiento adverso que va a dejar huella en su vida podría ser la pérdida de sus padres en su más tierna infancia y la consecuente crianza en un centro de menores donde no se le tratase nada bien.

Todos los días nuestras células sufren ataques o mutaciones, al igual que nosotros sufrimos situaciones adversas o conflictivas. Las mutaciones las producen ciertos carcinógenos presentes en el ambiente (asbestos, humo del tabaco, radiaciones), en la comida (pesticidas, nitrosaminas, radicales libres, harinas refinadas, conservadores, etc) y ciertos virus y bacterias. Pues bien, estos carcinógenos dañan a la célula y la predisponen a delinquir. Esta predisposición a delinquir puede heredarse, y algunas personas nacen con células cuyo ADN está dañado.

Estas personas que han heredado el gen de «delinquir» si encuentran un ambiente hostil serán delincuentes. Pues bien, en el caso del cáncer es igual. Si heredas de tus padres oncogenes, y éstos encuentran un ambiente propicio, se expresarán y darán lugar al desarrollo de células que se replicarán de manera anómala y originarán un cáncer con el tiempo. Pero si no encuentran un ambiente favorable, estos oncogenes permanecerán dormidos y no darán lugar a un cáncer.

Puedes ser hijo de un delincuente, pero si tu entorno es amable, encuentras amor y apoyo, no serás un delincuente; probablemente serás una persona maravillosa y llena de vida y amor hacia los demás. Para que una célula mutada se convierta en una célula tumoral tiene que aprender a burlar a nuestro sistema inmune, tiene que aprender a reproducirse sin ayuda y sobre todo tiene que buscar alimento y oxígeno para crecer y desarrollarse, ya que nuestro cuerpo no le va a dar el suministro que necesita para crecer y «fastidiarnos». La célula tiene que ir mutando para poder conseguir las circunstancias óptimas para crecer, hacerse invencible e invadir al organismo. Habitualmente a los niños no les regalan armas y les enseñan a ser criminales desde que nacen, es un proceso progresivo en el cual el niño pierde su inocencia y se transforma en un adulto despiadado.

En ocasiones, hay niños a los que se les da un arma y se les obliga a delinquir, pero esto es poco habitual. Sucede igual con el cáncer: hay veces que el ataque del carcinógeno es muy potente y el cáncer se desarrolla muy rápido. Se calcula que son necesarios de seis a ocho años para que una célula se transforme en un cáncer. Se sabe que varias veces a lo largo de nuestra vida desarrollaremos microcánceres que no llegarán a dar la cara, pues nuestro cuerpo será capaz de eliminarlos.

Un tercio de las mujeres tienen microtumores en las mamas y dos quintas partes de los hombres presentan tumores en la próstata. Y puede que estos tumores jamás den la cara, pero en el momento en que se manifiestan clínicamente es porque han adquirido la capacidad para ser invulnerables, para alimentarse, crecer y expandirse sin ayuda, y en ese momento pueden avanzar muy rápido y dar lugar a metástasis.

Si nosotros nos preocupamos cada día de plantar cara al cáncer creando un ambiente hostil para su desarrollo, el cáncer no se manifestará, y si empezamos a plantarle cara una vez diagnosticado, podremos frenar su desarrollo despiadado. Si a nuestro niño adolescente que sólo ha alcanzado el calificativo de pillín le damos amor y cariño no será un delincuente, y simplemente será un niño que juegue a las batallas. Pero si empezamos a darle amor y cariño cuando ya sea un adulto delincuente nos va a costar más transformarle, pero con esfuerzo y empeño podremos reinsertarlo en la sociedad.

Existen multitud de intervenciones que pueden ayudar a nuestro organismo a eliminar las células dañinas, todas ellas con reconocida base científica. Sin embargo, los oncólogos suelen ignorar o despreciar esta faceta tan importante en la lucha contra el cáncer.

La medicina ha hecho muchos avances en diagnóstico y tratamiento del cáncer, pero suele ignorar la capacidad de nuestro propio cuerpo para sanar y creo que ambos enfoques son absolutamente necesarios para conseguir una verdadera curación del cáncer.

El cáncer es un delincuente, pero puede reinsertarse en la sociedad. ¿Cuál es el entorno que favorece la aparición del cáncer?

La semilla y el cáncer

Imagina que el cáncer es una semilla de ortiga que cae en tu jardín, en un terreno donde va a estar regada cada día, donde va a recibir calor y abono. ¿Qué pasará? En poco tiempo tendremos una ortiga gigante que no permitirá crecer a otras plantas e invadirá nuestro jardín. Sin embargo, si esta semilla, que es la célula mutada, no encuentra un ambiente adecuado no podrá crecer e invadir nuestro jardín. Las células precancerosas crecen en un espacio denominado estroma. El estroma está formado por células que no les van a dejar progresar e invadir los tejidos vecinos, estas células son las llamadas células del tejido conectivo. La célula cancerosa tendrá que buscar las vueltas para destruir el tejido conectivo y echar raíces fuera, para eso cuenta con ciertos factores procancerosos que le van a ayudar a romper la defensa natural que contra los tumores tiene el estroma, y que le van a ayudar a abastecerse de energía (glucosa).

Estos factores procancerosos serían el agua para nuestra semilla. Además, otros factores procancerosos le van a ayudar a crear nuevos vasos (angiogénesis) para poder crecer y extenderse, y a través de éstos va a recibir suficiente alimento y oxígeno para convertirse en invulnerable. Estos nuevos factores serían una especie de riego por goteo que permite que la semilla reciba constantemente agua para crecer. Nuestra semilla ya ha encontrado agua, ahora sólo necesita sol para crecer. En invierno las plantas apenas crecen, pero en primavera florecen y se ponen exultantes gracias a la acción del sol. En el caso del cáncer el sol serían las sustancias inflamatorias presentes en nuestro cuerpo.

Todas las circunstancias que favorecen la inflamación van a hacer que nuestra semilla crezca a sus anchas. La alimentación occidental actual rica en azúcares, grasas trans, carnes procesadas  como tocinos, jamones, etc, leche y alimentos procesados favorece la creación de un ambiente muy inflamatorio que las células tumorales saben aprovechar muy bien.

Podemos añadir más leña al fuego abonando el terreno donde crecerá el tumor. A través de la alimentación vamos a abonar el terreno donde está nuestra semilla y vamos a favorecer su desarrollo. Tenemos el agua, el abono y el sol, los factores procancerosos y los factores inflamatorios que van a favorecer el desarrollo de la ortiga: cáncer. Si evitamos ambos factores nuestra semilla no crecerá. Parece sencillo ¿no? Pues realmente lo es. Nosotros podemos cambiar nuestros hábitos alimentarios y nuestro modo de vida y plantar cara al cáncer impidiendo su desarrollo. Nosotros podemos crear un ambiente anticáncer que impida que esa semilla crezca.

El cáncer es una semilla que crece y desarrolla largas raíces que pueden extenderse por nuestro cuerpo. Con una alimentación adecuada y un estilo de vida saludable podemos evitar su desarrollo.

Las claves del cáncer

Vamos a ver cuáles son los factores que favorecen el desarrollo del cáncer y crean un ambiente pro cáncer que estimula el crecimiento y proliferación de las células cancerígenas. Si sabemos qué favorece la conversión de una célula sana en una célula cancerígena tendremos las claves para atacar al cáncer.

Nuestro sistema inmune, nuestro mejor aliado

Nuestro sistema inmunitario está constituido por un verdadero ejército de soldados de élite altamente cualificados para defendernos contra las agresiones: virus, bacterias, químicos, tóxicos. Cualquier variación en el material genético de una célula pone en marcha nuestro sistema inmune con la finalidad de evitar el inicio, promoción y progresión del cáncer. Ante la más leve mutación, el sistema inmune se pone en marcha para eliminar esa célula mutada. Cuando se forma un cáncer, éste es un tejido que nuestro sistema inmune reconoce como extraño e intenta eliminarlo. Nuestro sistema inmune ante un tumor lo que va a intentar es inducir la muerte programada o apoptosis de las células tumorales y disminuir la velocidad de reproducción de las células. Los soldados que constituyen nuestro sistema inmune son las células inmunitarias.

/// Entre todas son capaces de organizarse y librar una victoriosa batalla contra el cáncer. Nuestros soldados son los macrófagos, natural killers, neutrófilos, monocitos y linfocitos (T y B). Están continuamente patrullando por nuestro cuerpo en busca de algún virus, bacteria, tóxico o célula anómala que quiera «hacer de las suyas». Las natural killers (NK) también se denominan «asesinas naturales» y son capaces de matar a cualquier célula tumoral. Cuando una NK se encuentra con una célula tumoral, la rodea, se abalanza sobre ella y le dispara un dardo venenoso que penetra en la célula y activa los mecanismos de autodestrucción programada que tienen todas las células. Las NK obligan al cáncer a suicidarse. La actividad y agresividad de las NK se ve influenciada por nuestras emociones. En un estudio con mujeres con cáncer de ovario se comprobó cómo el estrés, la angustia y la falta de apoyo social hacen que las NK sean poco activas y los tumores más agresivos.
Cuando un paciente se somete a cirugía y se le extirpa un cáncer se crea una situación de estrés que inmunodeprime al paciente, pero este estrés no es excesivamente importante. Si al estrés generado por la cirugía y la anestesia se le añade el estrés producido por la incertidumbre de los resultados y la falta de comunicación con el personal sanitario, que suele ser parco en palabras y dar poco apoyo al paciente, la posibilidad de aparición de metástasis tras la cirugía es mayor.
Cuando se extirpa un tumor no suele eliminarse al 100%, siempre quedan restos del mismo aunque sean microscópicos. Se ha comprobado que es primordial que el sistema inmune esté fuerte para poder eliminar esos restos de actividad tumoral residual y las micrometástasis tras extirpar el tumor primario y así evitar que el cáncer vuelva a aparecer al cabo de un tiempo.
Si se tomasen medidas para reducir el estrés relacionado con la cirugía y la incertidumbre que crea la palabra cáncer, la evolución de los tumores sería más benigna.
Antes de entrar en quirófano me realizaron una resonancia con un diagnóstico de presunción de un mioma, es decir, un tumor benigno del útero. Aparentemente no había más lesiones sospechosas en mi cuerpo. Así que entré en quirófano medianamente tranquila pensando que todo saldría bien. Aunque siempre hay una mosca detrás de la oreja que te recuerda que puede ser cáncer.
Al despertarme de la cirugía estaba atontada, sedada y dolorida. A la primera persona que vi fue a un nada oportuno médico anestesista residente que me dijo: «Hola, al final no es benigno, es un cáncer*. Así de sopetón, sin medias tintas, sin preparación, me soltó que tenía cáncer. Imaginaos la situación, empecé a llorar y a aullar tanto que mis padres que estaban esperando para poder entrar a verme entraron rápidamente en la sala de reanimación para intentar consolarme.
Como entré en una crisis de ansiedad tremenda me sedaron para que volviese a dormirme. Al despertar, la situación no fue mejor: mis «colegas» seguían a vueltas con la posibilidad de que fuese cáncer y además de «células pequeñas», el más agresivo de todos los cánceres de ovario.
Las estadísticas me auguraban sólo unos meses de vida.
Desde ese momento hasta tres semanas después, cuando me dieron los resultados definitivos, no paré de llorar. Estaba segura de que en unos meses moriría. Me despedí de mi familia y les pedí que cuidasen de mi hijo y le hablasen de mí para que no olvidase quién había sido su mamá.
Mientras esperaba mi muerte le recordaba continuamente a mi hijo que le quería más que a nadie, que era el motor de mi vida, que una sonrisa suya podía hacer olvidar cualquier problema. En mi vídeo de despedida le decía que le había amado como cualquier madre ama a su hijo, con un amor infinito. Pero sentía fallarle tan pronto y abandonarle tan pequeño. Le deseaba que fuese muy, muy feliz y que supiese que su madre siempre estaría cuidando de él aunque no pudiese verla.
Aún hoy lloro cuando recuerdo aquellos momentos. El estrés, el miedo, la incertidumbre y el dolor tanto físico como emocional de aquellos días son indescriptibles. Sufrí mucho y mi familia también. Recuerdo la cara de mis padres y de mi pareja, presas del pánico y del miedo, afligidos y compungidos por la pena de tener la certeza de que en poco tiempo iban a perder a un ser querido. Transcurrieron tres semanas hasta recibir el veredicto final. Me dieron un papel en el que ponía: «carcinoma de células tradicionales sin infiltración capsular». ¿Y esto qué significa?, pregunté. Y una amable médica me dijo: «No te preocupes, ya te dirá el comité qué hay que hacer». Una semana más, hasta que un comité de sabios: oncólogos, radiólogos y anatomopatólogos se reunieran a ver qué hacían conmigo. Este comité ni siquiera me conocía y me iban a juzgar en una semana. Esperando el veredicto del comité noté unos bultitos en mi vagina y un moderado dolor en el hueso sacro. Ahí sí que me desesperé; sabia que eran metástasis. Ahora sí que había caído en el abismo, ahora sí que presentía mi cercana muerte. Era el mes de noviembre, no esperaba celebrar la Navidad con mi familia. Fui a por los resultados del comité en la fecha señalada y me dijeron: «Estás de enhorabuena, el tumor está encapsulado y no se ha extendido, el cirujano no vio ningún resto de tumor en tu abdomen». Ojalá fuese cierto, pensé. Les mostré los bultitos y empezaron nuevas pruebas que demostraron que tenía metástasis en sacro, vagina y pulmón. Vaya pastel ¿no? Para cuando llegaron los resultados de las pruebas yo ya había cambiado mi manera de afrontar la enfermedad.
Para entonces, yo ya había decidido que no iba a morir e iba a eliminar el cáncer de mi vida. Hoy estoy convencida de que las metástasis tienen relación con todo lo vivido tras la cirugía. El miedo y el estrés que sufrí tras pasar por quirófano fueron terribles. Me habría gustado recibir otro tipo de apoyo por parte de mis compañeros. Un trato más humano. Creo que olvidaron que en aquella ocasión no era médico sino paciente y no me podían hablar como si se tratase del caso de una tercera persona.
Tras esta experiencia tan traumática no quise volver a entrar en quirófano tras la quimioterapia. Al terminarla, me propusieron someterme a una nueva cirugía que extirpase el útero, el otro ovario, el apéndice, los ganglios y el epiplón (grasa que recubre las vísceras). En la primera cirugía sólo extirparon el tumor y el ovario afectado, y como en apariencia el tumor no era maligno y todo parecía estar «limpio», no hicieron nada más.
El objetivo de practicar esta cirugía radical y «vaciarme» era la de cerciorarnos de que el cáncer realmente había desaparecido y prevenir la recidiva. Era algo así como: muerto el perro, muerta la rabia. Tenía treinta y dos años y una larga vida reproductiva por delante. Quería tener más hijos y no quería tener la menopausia tan joven. Las pruebas diagnósticas decían que desde mitad del tratamiento con quimio no había restos del cáncer. Pero ahora querían sacarme las muelas por si me salían caries.
Preferí no saber si quedaban restos de microtumores y dar la oportunidad a mi cuerpo para eliminarlos en caso de que así fuera. Me costó mucho tomar esta decisión. Tuve que meditarlo mucho hasta alcanzar la certeza de que estaba haciendo lo correcto. También me ayudó el encontrar un estudio en el que mujeres que habían decidido conservar su fertilidad y no operarse habían sido madres y tenían las mismas o menores tasas de recidiva que aquellas que se había operado.
Quizás es hora de revisar los protocolos y que dejen de ser tan agresivos. Tal vez son tan agresivos porque la mayoría de los cirujanos no son mujeres y le restan importancia al hecho de «dejar de ser mujer»; piensan que conservar tu útero y tus ovarios no es importante, que son una cosa prescindible que quitas y no causa ningún dolor. Han pasado dos años desde la operación y todo sigue bien: no hay restos del cáncer.
He aprendido que hay maneras menos agresivas de prevenir la recidiva. Con esto no quiero que pienses que la cirugía no es buena, al contrario. Es uno de los métodos menos agresivos para eliminar un cáncer. Pero habría que tener ciertas precauciones a la hora de intervenir a una persona. En primer lugar, si el paciente lo desea, explicarle todo el procedimiento, explicarle por qué ese tipo de cirugía y no otro. Hablar de posibles complicaciones y sus remedios.
Prestar apoyo emocional a todos los pacientes intervenidos. Creo que en las unidades de poscirugía oncológica debería haber un equipo de psicooncólogos bien formados que brindasen ese apoyo psicológico tan necesario cuando vives en un mar de incertidumbre. Ni que decir tiene que el apoyo emocional que brinda la familia es esencial.
Sentirte cuidada, querida y comprendida en esta dura etapa es primordial. En ese sentido yo tuve todo el calor de mis seres queridos de forma permanente. ¿Por qué es tan importante el sistema inmune en el cáncer? Las NK son fundamentales para evitar la aparición de las metástasis8. Si las NK están activas no se desarrollan metástasis. Cuanto menos activas son las NK más rápido progresa el cáncer, más rápido crea metástasis y menor es la supervivencia a los cinco años. Se realizó un estudio con setenta y siete mujeres con cáncer de mama y se investigó en laboratorio cuán activas eran sus natural killers. El estudio comprobó que las NK de algunas mujeres eran totalmente inactivas y no reaccionaban ante la presencia de células tumorales.
El sistema inmune de estas mujeres fue estudiado durante doce años. Tras finalizar el estudio habían fallecido la mitad de las mujeres cuyas NK eran inactivas y, sin embargo, el 95% de las mujeres cuyas NK eran activas estaban vivas.
Vamos a ir viendo qué hace que estén inactivas y cómo podemos nosotros activarlas.
El estrés y las emociones negativas inhiben a las NK. Las intervenciones psicosociales que enseñan a los pacientes con cáncer a manejar el estrés han demostrado ser muy positivas, mejorando la actividad de las NK y ofreciendo un pronóstico favorable en la evolución del cáncer10. Hay menos recidivas cuando los pacientes dicen adiós al estrés y encuentran apoyo psicosocial.
Pero no sólo lo que pensamos influye en la actividad de las NK. Hay fármacos que inhiben a las NK, como los corticoides, y otros que las activan, como el interferón. Volvamos a nuestro sistema inmune y sigamos presentando a nuestras células inmunitarias.
Una vez que la célula cancerosa se ha suicidado por acción de las NK entran en acción los macrófagos que engullen los restos de la célula muerta y se encargan de eliminarlos de nuestro cuerpo. Los macrófagos son una especie de basureros que siempre acompañan a las NK a la espera de que haya «basura» que recoger.
Los linfocitos T son otras células implicadas en la guerra contra el cáncer. Producen anticuerpos y citoquinas. Estas sustancias se encargan de activar los linfocitos y las NK para que sean más activas frente al cáncer. Las células cancerígenas presentan antígenos en su superficie y frente a estos antígenos actúan los linfocitos T. Los linfocitos T se acoplan con los antígenos de la célula cancerosa y les inyecta un dardo envenenado (granzimas) que les hace morir. En esta ocasión también serán los macrófagos quienes vendrán a barrer los restos.
¿Cómo intenta el cáncer engañar a nuestro sistema inmune?
A pesar de existir un mecanismo de vigilancia inmunológica constante que evita el desarrollo de tumores malignos en el organismo, con cierta frecuencia las células tumorales logran evadir estas defensas, estableciéndose verdaderas masas celulares que crecen y se extienden pudiendo acabar con la vida del paciente.
Veamos cómo se las ingenia el cáncer para burlar a nuestro sistema inmune
Las células cancerígenas van a liberar factores inmunosupresores como el factor de crecimiento y transformación beta (TGF8) que va a inactivar al sistema inmune y lo va a bloquear. Las NK y los linfocitos ven que hay células cancerígenas, pero no son capaces de actuar.
También van a enmascarar a los antígenos que presenta en su superficie para que los linfocitos T no las reconozcan y no las maten. Y van a crear en su membrana unas moléculas denominadas Fas ligando que lo que hacen es devolverle el dardo envenenado a los linfocitos T, originando la muerte de éstos.
Las células tumorales van a intentar multiplicarse muy rápido, superando la capacidad de respuesta del sistema inmune. Cuanto más crece, más le cuesta al sistema inmune sitiar al invasor ¿Qué estimula al sistema inmune? Si imaginamos a nuestro sistema inmune como un ejército de élite, ¿qué hará que esté siempre listo para batallar? Una buena alimentación, el ejercicio físico y la no exposición a tóxicos que le haga enfermar.
Para que un batallón sea efectivo debe tener un general que le sepa guiar y mantenga la cabeza fría en todo momento a pesar de las situaciones de pánico (control de las emociones, búsqueda de amor y felicidad). Será un general que no maltrate a su ejército y le trate con todo el amor del mundo. Además de una buena alimentación hay ciertas plantas medicinales que pueden estimular nuestras defensas: uña de gato, equinácea y sabal
¿Qué inhibe a nuestro sistema inmune?
El sistema inmune es sensible a nuestras emociones, a nuestros sentimientos y a nuestras creencias. Si nos dicen que tenemos cáncer y consideramos que esa palabra nos va a matar, al final nos matará.
Los sentimientos de desesperanza y miedo los transmitiremos a nuestro sistema inmune, que pensará que no merece la pena plantar cara al enemigo si damos la batalla por perdida antes de empezar. Sin embargo, si el general del ejército (nuestra mente) jalea a sus soldados y les imprime un espíritu positivo y entusiasta, ellos irán a la guerra sabiendo que son fuertes, poderosos y van a ganar la batalla.
Determinados fármacos son inmunodepresores (corticoides, quimioterapia...) y predisponen a las personas que los toman a sufrir cáncer. La quimio se administra para destruir al cáncer, pero puede inducir cáncer. Paradójico, ¿no? Las personas con inmunodeficiencias padecen más cáncer, por ejemplo pacientes con sida, diabetes, trasplantados (toman de forma crónica inmunodepresores), etc.
Cuando hay inmunodeficiencias congénitas como en el síndrome ataxia-telangiectasia, síndrome Wiskott-Aldrich o síndrome Chédiak— Higashi, la posibilidad de sufrir cáncer es mayor que en la población sana.
Parece que sería útil encontrar fármacos que estimulasen al sistema inmune, ¿verdad? Pues bien, se ha intentado buscar múltiples fármacos capaces de estimular al sistema inmune, pero no hay nada más potente para activar a nuestras células inmunitarias que los betaglucanos extraídos en laboratorio de las algas y las setas.
Una cosa que podemos hacer nosotros para estimular a nuestro sistema inmune es introducir en nuestra dieta estos dos alimentos de forma regular. El terreno inflamado favorece la aparición de cáncer La inflamación se ha relacionado con la aparición de cáncer. La inflamación es un proceso natural de nuestro organismo que nos permite defendernos ante las heridas, traumatismos, quemaduras, venenos o infecciones. Los macrófagos son células que además de comerse los restos de células tumorales muertas, se comportan como células inflamatorias que se encargan de producir sustancias que generan inflamación para eliminar a los agentes patógenos y para reparar tejidos dañados. Estas sustancias inflamatorias son las citoquinas, prostaglandinas, leucotrienos y tromboxanos. Los macrófagos son los encargados de que cuando nos hacemos una herida se produzca calor, rubor, edema, dolor e inflamación con el fin de cerrar la herida. Los macrófagos también generan factores de crecimiento encargados de crear tejido y vasos nuevos que permitan reparar el tejido dañado.
Cuando se produce una herida se pone en marcha un mecanismo de inflamación, en el que primero se produce la dilatación de los vasos de la zona dañada para que así puedan acudir más células inmunitarias y más oxígeno que ayude a reparar el tejido dañado. Después se sella la herida gracias a la acción de las plaquetas, las cuales activan la coagulación de la sangre y forman una costra alrededor de la herida. A continuación la zona del tejido dañado se hace permeable para que puedan entrar más células inmunitarias en busca de posibles invasores. Y, por último, se crean nuevos tejidos y vasos para reparar la zona dañada gracias a la liberación de factores de crecimiento. Estos nuevos vasos permitirán que llegue oxígeno y nutrientes al nuevo tejido creado. Este tejido nuevo es el que crece bajo las costras cuando nos hacemos una herida. Hasta aquí todo es fisiológico y la inflamación es una respuesta normal y necesaria que pone en marcha nuestro cuerpo para protegemos.
En nuestro organismo todo funciona en armonía, y cuando nuestro sistema inmune considera que el tejido ya ha sido reparado, la inflamación cesa. Y las células inmunes vuelven a sus tareas de vigilancia, por si a algún malhechor se le ocurre volver a atacar.
Cuando por diversas circunstancias la presencia de sustancias inflamatorias y células inmunitarias es continua e intensa los tejidos afectados se irritan. Si la inflamación se produce en un tejido donde hay células dañadas o precancerosas, éstas van a aprovechar esta inflamación crónica para crecer y expandirse, pues aprovechan la red de vasos y los factores de crecimiento creados en este ambiente inflamatorio para su propio beneficio. El terreno inflamado es el terreno que propicia la aparición del cáncer.
Hace ciento cincuenta años, el doctor Virchow ya postuló la relación entre la inflamación y el cáncer al observar a una serie de pacientes que desarrollaban cáncer donde habían sufrido un golpe o donde les rozaba el zapato, circunstancias relacionadas con una inflamación crónica de los tejidos.
Desde los años ochenta esta afirmación está aceptada como válida y se ha comprobado cómo una inflamación crónica en un tejido favorece la aparición de cáncer. La infección crónica por Helicobacter pylori aumenta hasta seis veces el riesgo de padecer cáncer de estómago.
La enfermedad inflamatoria intestinal se compone de dos enfermedades: la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa; pues bien, en estas personas el riesgo de cáncer de colon está aumentado diez veces. Las circunstancias que crean inflamación crónica como la exposición al humo del tabaco, al amianto, la infección crónica por virus y bacterias (virus hepatitis B y C, Helicobacter pylori), la dieta cargada de alimentos inflamatorios, las enfermedades inflamatorias crónicas: prostatitis, salpingitis, enfermedad inflamatoria intestinales, todas ellas predisponen a la aparición de cáncer.
¿Cómo crea la inflamación el cáncer?
Las células cancerosas se las ingenian para obligar a los macrófagos a trabajar para su beneficio. Los fuerzan a crear sustancias inflamatorias (prostaglandinas), enzimas y factores de crecimiento para así crear nuevos vasos (angiogénesis) a través de los que recibir nutrientes y expandirse. Las células cancerosas necesitan crear inflamación para crecer e invadir tejidos lejanos (metástasis). Pero no sólo obligan a los macrófagos a crear inflamación, ellas mismas activan la secreción de sustancias inflamatorias como el factor nuclear kappa beta (NF-KB), que es clave para el desarrollo, crecimiento y extensión del cáncer. Es la sustancia más proinflamatoria que existe. Se encarga de llamar a todos los macrófagos de nuestro cuerpo para que trabajen para el cáncer, creando así más y más inflamación. Estimula la producción de sustancias inflamatorias asociadas al cáncer: Interleuquina 1 (IL-1), IL-2, IL-6 y factor de necrosis tumoral alfa.
Puede considerarse al NF-KB como el máximo culpable de que el cáncer crezca y se extienda. Si se neutraliza la producción de esta sustancia, el cáncer se vuelve vulnerable y se impide la aparición de metástasis. Hay muchas sustancias presentes en los alimentos que pueden inhibir al factor NF-KB26, entre ellas el resveratrol del vino tinto, las catequinas del té verde, el licopeno del tomate, y la curcumina de la cúrcuma.
La industria farmacéutica se esfuerza por encontrar sustancias químicas que inhiban a este factor gastando millones de euros en la búsqueda de un súper fármaco que impida el desarrollo del cáncer.
Ese súper fármaco ya nos lo ofrece la naturaleza por un bajo precio y sin efectos secundarios, pues casi todos los alimentos considerados anticáncer tienen la propiedad de inhibir al NF-KB. Hay fármacos que estimulan la expresión del NF-KB, entre ellos fármacos ampliamente utilizados en la lucha contra el cáncer como el cisplatino y el paclitaxel. Precisamente los dos fármacos que yo recibí.
Es muy importante que las personas en tratamiento con quimioterapia tomen con frecuencia alimentos anticáncer para evitar así la inflamación inducida por el cáncer y la quimio e inhibir al NF-KB.
Además de la quimioterapia estimulan al NF-KB la radiación ionizante, los rayos UV, el estrés, la alimentación inflamatoria y la obesidad. El NF-KB no sólo es responsable del crecimiento del cáncer, sino también de muchos de los síntomas presentes en los enfermos de cáncer, como fatiga, cansancio, dolor, deterioro cognitivo, falta de apetito, ansiedad, insomnio o somnolencia, depresión, etc.
El exceso de sustancias inflamatorias en sangre bloquea la apoptosis o suicidio de las células. La apoptosis, como hemos visto, es un proceso programado en el ADN de las células que las obliga a suicidarse cuando detectan que no son necesarias o su crecimiento es anormal. Pues bien, la inflamación excesiva hace que la célula cancerosa «se olvide» de suicidarse, volviéndose así inmortal. La inflamación favorece el crecimiento de las células tumorales y, además, las vuelve inmortales. Cuando hay una respuesta inflamatoria exagerada, las células inmunitarias se vuelven locas, no están diseñadas para esta inflamación exagerada, se ven desbordadas y abandonan la misión para la que han sido concebidas: atacar a cualquier enemigo.
Sin el sistema inmune plantándole cara, el cáncer puede crecer a sus anchas.
¿Qué causa inflamación?
Como hemos visto, determinadas infecciones producen inflamación crónica, pero también la alimentación occidental, el estrés, la ira, la envidia, la ansiedad, el resentimiento, los tóxicos ambientales como las radiaciones, el humo del tabaco y la contaminación ambiental crean inflamación. Si tenéis suerte, vuestro oncólogo os dirá que no fuméis si queréis vencer al cáncer, pero no os hablará ni de la importancia de una alimentación antiinflamatoria, ni de un ambiente limpio y libre de tóxicos, y mucho menos de desterrar los sentimientos negativos para así reducir la inflamación.
La angustia, la ansiedad y el miedo crean un estado emocional que va a hacer que segreguemos dos hormonas llamadas adrenalina y cortisol. Estas hormonas son las que segregaríamos si de repente estuviésemos en mitad de la sabana y un león quisiese atacarnos. Para evitar que nos coma el león segregaremos estas hormonas llamadas hormonas del estrés y podremos salir pitando y evitar que el león nos cace. Estas hormonas además de permitirnos correr en una situación de peligro, estimulan la producción de sustancias inflamatorias, por lo que crean un ambiente favorecedor para el cáncer.
En todos los tejidos hay receptores para estas hormonas, por lo que el estrés crónico puede influir en el desarrollo de cualquier tipo de tumor.
¿La alimentación puede causar inflamación?
La alimentación basada en alimentos procesados ricos en azúcares, grasas saturadas, omega 6 y grasas trans, y pobre en vegetales y fruta causa inflamación crónica y con ello, cáncer.
¿Qué alimentos son inflamatorios?
Los alimentos procesados; las carnes procesadas, las grasas trans, como la margarina; los productos preparados con harinas refinadas, como pan blanco, bollería; el arroz blanco; los productos que contengan azúcar, azúcar moreno, miel, sirope de arce, jarabe de maíz y glucosa: helados, dulces, caramelos, bebidas azucaradas (colas, refrescos, zumos industriales...), los aceites hidrogenados o parcialmente hidrogenados.
Si el cáncer se produce por un exceso de inflamación la solución parece sencilla, ¿no? Busquemos un tratamiento antiinflamatorio.
¿Crees que la aspirina podría ser útil para prevenir el cáncer? Se ha comprobado que los fármacos antiinflamatorios, que inhiben La actividad de la COX-2, que es una enzima muy importante implicada en la producción de moléculas inflamatorias, podrían ser útiles en el cáncer.
Las personas que toman de forma habitual antiinflamatorios, como la aspirina, tienen menor riesgo de padecer cáncer. El problema de estos fármacos son sus efectos secundarios. Pueden producir problemas digestivos graves como úlceras y hemorragias. Mejor busquemos un antiinflamatorio natural sin efectos secundarios.
¿Hay alimentos antiinflamatorios?
La respuesta es sí, y lo mejor es que son muchos los alimentos con propiedades antiinflamatorias:
• Pescado azul (boquerón, sardinas, caballa, atún, bonito, salmón salvaje).
• Frutos secos y semillas: las nueces y las semillas de lino son excelentes antiinflamatorios. También las almendras, nueces de Brasil, anacardos, avellanas, nueces de macadamia, nueces pecanas y pistachos.
• Las especias y hierbas aromáticas usadas en la cocina india y mediterránea son excelentes antiinflamatorios: cúrcuma (uno de los alimentos más antiinflamatorios que existen), chile, Cayena, albahaca, jengibre, canela, orégano, perejil, romero, tomillo y mostaza.
• Los vegetales en general son antiinflamatorios, pero sobre todo la cebolla, el ajo, las cruciferas, el aguacate, los espárragos, las zanahorias (en especial el zumo de zanahoria), la calabaza, la lechuga, la patata dulce, los pimientos, las espinacas, el tomate, las aceitunas y el aceite de oliva.
• Las algas y las setas.
• Legumbres. En general los cereales y las legumbres son ligeramente inflamatorios salvo el arroz negro, arroz rojo, lentejas, judía mungo y guisantes. Los cereales integrales son menos inflamatorios que los refinados.
• Frutas como melón, acerola, grosellas, arándanos, frambuesas, fresa, uva negra, limón...
• Bebidas. El té verde y el vino tinto.
Los omega 3 y 6 Los omega 3 y 6 son dos ácidos grasos esenciales que nuestro organismo es incapaz de producir, pero los necesita para mantener nuestro cuerpo en perfecto funcionamiento. Como no los sintetiza los obtiene de la dieta.
Los omega participan en la formación de las membranas celulares, el desarrollo del cerebro, la elasticidad de los vasos sanguíneos, la coagulación y la respuesta inflamatoria e inmune.
Sin embargo, Los omega 6 se transforman en leucotrienos, que son sustancias inflamatorias, pero son útiles para reparar las heridas.

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